domingo, 9 de septiembre de 2018

TRAS LA PUERTA

Tras muchas de aquellas puertas había un monstruo que pugnaba por salir. A veces su contención se convertía en una misión casi imposible y de algún modo lograban sacar la zarpa y herirte.

Sabes que tienes que empujar la puerta y retener al monstruo en su interior, ¡hazlo rápido o te destrozará! Has de conseguir retener al monstruo hasta que se haga viejo, hasta que ya no tenga fuerzas para hacerte daño. Quizás lo dejes asomar algún día, cuando ya no duela.

La lucha es encarnizada, son muchas puertas las que hay que revisar, comprobar una y otra vez que los cerrojos no están corroídos por el óxido del tiempo y la humedad.
Es agotador, el manojo de llaves pesa a tu espalda encorvando tus hombros. Es difícil mantener la compostura, mantener el equilibrio y disimular ante el mundo "soy fuerte, yo puedo". Solo tu almohada sabe lo pesada que es tu carga, lo que haces para que los monstruos te dejen descansar. Muchas noches aprovechando que el agotamiento te hace bajar la guardia, los oyes forcejear con las puertas, atormentándote, turbando tu sueño, colándose en tu cama.

Intentas decorar los pasillos entre las puertas, una alfombra aquí, un cuadro por allá. Y con un candelabro que ilumine tu recorrido intentas olvidar ese pesado manojo de llaves que cargas.

No te canses, no desfallezcas, sigue comprobando puertas y cerraduras. Llegará el día en que esos monstruos ya no te podrán hacer daño, cuando mueran ellos ... o cuando mueras tú.